Esta es una familia de aspecto argentina, 100% nacional, sin embargo, cuando nos detenemos a observarla notamos que tiene chasis europeo, mezcla de Italia y Portugal. Italianas serían las partes más añejas, Piaggio, Grossetti, Tunmino. De Portugal nos quedó el apellido y la historia de un hombre que, al parecer jamás pronunció ese idioma en este suelo y nunca quiso volver a su país. Pero ojo, hay que reconocer que el caño de escape es gauchesco, un bisabuelo que lo partió un rayo cazando en el campo (o se mandó a mudar y esta explicación quedó más pintoresca).
Las ruedas de este auto andaban balanceadas al principio, los ejes funcionaban relativamente bien. De vez en cuando el radiador hervía, entonces, al destaparlo salpicaba para todos lados, quemaba a veces y dejaba la marca.
Hablemos de los frenos: creo que nunca anduvieron, el auto andaba, andaba, no se detenía, andaba nomás.
Este móvil tenía un excelente pasacassette, en él sonaba desde Leonardo Fabio, Sandro, Gieco, Zeppelin, Mercedes Sosa, Charly y hasta Mónica y sus amigos. Pero el que rodaba y rodaba sin para el disco en vivo del ’85 de Silvio Rodriguez (puedo recitar de memoria cada una de las presentaciones que hizo a los músicos que subieron a tocar ese día, lo que nunca pregunté y si fui, no me acuerdo).
También supo cargar en el techo cuatro bicicletas que proyectaban en la ruta 11 hermosas sombras. Este vehículo iba seguido al mar, en su baúl enorme siempre había cañas de pescar, baldecitos, sombrillas y lonas – nunca reposeras-, mate y mate. Mi hermana y yo debemos ser las únicas niñas del país que teniendo oportunidad de comprar leche fueron alimentadas a yerba.
El combustible era excesivo, embriagaba al conductor, hombre aaaaaalto y flaco, irónico, imprentero. No regulaba bien el acelerador. Las butacas eran cómodas al comienza, el problema era que la batería estaba debajo de las misma y cuando nos movíamos demasiado hacían chispas, en un viaje a Mar del Plata tuvimos que salir por la ventanilla para no terminar como Juana de Arco.
El final de este rodado es triste, dije que andaba mal de frenos, llegó a un paso a nivel y no quedó nada que juntar, sólo dos ruedas que giraron en distintas direcciones. Una siguió Derecho, Derecho y… se recibió de abogada, la otra siguió derecho y curvado y llegó a La Angostura.
Cecilia Dassuncao